Thursday, January 29, 2009

El anti-Obama


Durante la última conferencia de la Modern Language Association en San Francisco, tuve la oportunidad de conversar con un prominente latinoamericanista, de aquellos que iniciaron su carrera en los setenta y, en gran parte, se mantienen fieles a los ideales radicales de esa década. El tema de Hugo Chávez surgió en la conversación. Para mi sorpresa, este crítico expreso escepticismo ante la figura del comandante y su gobierno. Al final expresó el más tenue apoyo imaginable: “dicen que la distribución del ingreso ha mejorado en un 10% en Venezuela.”
Creo que el caso de mi amigo no es aislado. (Por lo menos, sus escrúpulos reflejan los míos). Me parece que pocos académicos realmente simpatizan con Chávez. Y el apoyo es frecuentemente débil; más basado en la duda sobre las convicciones democráticas o el igualitarismo de los grupos opositores que en la identificación con las acciones y principios de la llamada Revolución Bolivariana. Muchos que uno hubiera esperado fueran “chavistas” son más bien críticos del presidente venezolano. Por ejemplo, Carlos Fuentes, para los desapercibidos todavía una voz de la izquierda latinoamericana, lo ha llamado “un Mussolini tropical.” El novelista mexicano ha usado en inglés la inmejorable frase “Banana Mussolini.” (¿Mussolini de plátano?)
En cierto modo, Chávez es el anti-Obama. El nuevo presidente norteamericano, quien por cierto fue un profesor universitario, refleja en su conducta una racionalidad, ecuanimidad y caballerosidad que todos querríamos tener. Chávez, por el contrario, frecuentemente actúa de una manera que no sólo contradice las normas de comportamiento esperables en un mandatario, sino que frecuentemente parece desquiciada. No sólo despotrica de la manera más soez contra sus adversarios electorales, sino de vez en cuando irrumpe en canto a cappella. (Gusta de la canción “No soy moneda de oro”). Irónicamente, la conducta de Chávez se parece en algo a la que exhibió durante ocho aciagos años su némesis George W. Bush. Además de lo que significa como señal de un cambio en la triste historia de las relaciones raciales en los EEUU, la elección de Obama representa el rechazo de la acción política irracional, chauvinista y agresiva de los últimos años.
Sin embargo, tanto la simpatía como la antipatía al final tienen que ser cotejados con la siempre cambiante realidad. (Pero eso es tema para otro día).

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